> Invitada por El Basilisco a participar del Programa de Residencias El Batiscafo. La Habana (Cuba). Patrocinada por las Fundaciones Hivos y Doen, de Holanda, forma parte de Triangle Arts Trust, red internacional de Programas de Residencias, con base en el Centro de Arte Gasworks en Londres, Inglaterra. Abril, 2008.
Artistas: Cristian Segura (Argentina), Cintia Clara Romero (Argentina), Alfredo Ramos (Cuba) y José Luis Marrero (Cuba).
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Texto para el libro “El Basilisco- residencia de artistas”. Buenos Aires. 2012. ISBN 411981.
PROGRAMA DE RESIDENCIAS PARA ARTISTAS BATISCAFO.
Por: Cintia Clara Romero.
“Todo desplazamiento supone un cambio, una modificación, una alteración en el curso de las cosas. Mi viaje a Cuba para participar en el programa de residencias para artistas Batiscafo, intuyo sujeta a la poderosa energía de la experiencia en la que aún estoy inmersa, dejará huellas significativas tanto a nivel profesional como personal (…)”. Así comencé el reporte [1] de mi estadía como residente en mayo del 2008 y hoy, casi un año después, sólo puedo confirmar esa sospecha.
Batiscafo propone una dinámica de trabajo en la que a partir del intercambio, entre dos artistas cubanos y dos de otro país latinoamericano, más las coordinadoras del proyecto y un crítico invitado, se genera un proceso de producción individual o grupal que se desarrolla a lo largo de una serie de encuentros de discusión y debate organizados durante el período de residencia. Estas son las primeras instancias de diálogo con los artistas locales ya que ellos no comparten el espacio físico de vivienda y trabajo con los extranjeros, y están destinadas a la presentación de cada uno de los residentes, al análisis y a la definición de los proyectos ha desarrollar, a la búsqueda de consenso para determinar las formas de la presentación final, y por último para organizar, en este caso, la muestra [2].
Considero que el tiempo de duración de la residencia podría ser mayor, ya que la primer semana funciona generalmente como un período de adaptación al nuevo contexto, en la segunda comienza el proceso pleno de trabajo y a partir de la tercera ya se empieza a pensar en la producción del evento final, lo cual genera una vorágine de actividades que no dan lugar al desarrollo auténtico de un proyecto, sino que más bien, la necesidad urgente de producir una pieza para el cierre. Esta impresión está potenciada por lo dificultoso que se torna, en algunos casos, el proceso de producción debido a la escasez o a la ausencia de herramientas y materiales en el mercado local.
La idea de tener que responder con cierta inmediatez a la situación provocó positivamente el surgimiento de varias líneas de trabajo, una vinculada con la continuidad de proyectos que ya venía desarrollando, y otras producto de impresiones, inquietudes y reflexiones por las que fui abordada durante mis primeros días de estadía. Así fue como comencé a trabajar en cinco proyectos de manera paralela: Un mundo en otro mundo, Ofrenda, Deseos postales y Horizontes imposibles.
Finalmente, para la muestra, opté por producir dos obras: Un mundo en otro mundo y Ofrenda, aunque continué con el desarrollo de las otras tres con la certeza de que no serían exhibidas, ya que consideré apresurado abordar desde mi trabajo, en tan escaso tiempo, cuestiones vinculadas a la compleja situación y problemáticas propias de la isla.
Ofrenda es una fotoinstalación de aproximadamente 500 fotografías de pequeño formato de flores en diferentes contextos. Un mundo en otro mundo es el título de una serie de retratos fotográficos de turistas disfrutando de los placeres de la playa inaccesibles para los propios habitantes de la isla. Estas dos obras fueron incluidas en el marco de Viajo buscando la flor de los siete colores un proyecto que desarrollo desde el año 2005. El mismo consiste en una colección constituida por fotografías de flores capturadas en el transcurso de viajes por distintos países de Latinoamérica. Las mismas están dispuestas en fichas y clasificadas en decenas de categorías (flores bordadas, flores en mosaicos, flores en cortinas, flores en cementerios, flores rotas, flores en zapatos, etc.). Esta recolección fotográfica de flores se realiza con la conciencia de que detrás del acto hay una especie de trabajo sin fin, inagotable y casi condenado a fracasar, pero que más allá del éxito del encuentro (de la flor de los siete colores), el sentido se constituye en la búsqueda misma. Es decir que las características del proyecto me permiten asumir el rol de una especie de recolectora de flores incansable, por un lado, pero con la certeza de estar emprendiendo una acción inútil por otra, ya que la flor de los siete colores se constituye en metáfora de la utopía.
Deseo especialmente detenerme en como surgieron los otros tres proyectos en los que comencé a trabajar en Cuba y continué desarrollando en Argentina. Pienso que este relato evidencia que lo que generalmente se presenta en las muestras finales es simplemente parte de un cuerpo complejo de ideas y pensamientos que se desarrollan durante la residencia, y que con el paso del tiempo decantan, se fortalecen y desarrollan en otro espacio.
Conversando con los residentes cubanos comento que mi proyecto, Viajo buscando la flor de los siete colores, estuvo originalmente vinculado al animé japonés Ángel la niña de las flores [3] difundido a finales de la década del setenta. Hago una síntesis acerca de la historia y uno dice “uf pero nosotros aquí veíamos uno similar, pero ruso … se llamaba El último pétalo”. Todos los locales presentes se empeñan en recordar y comienzan a cantar a coro “Vuela, vuela hojita mía de este a oeste con el viento y regresa en un momento usando el norte por guía. Y no olvides que al caer lo que te pida haz de hacer”. Fue así como comencé a buscar información sobre este muñequito (dibujo animado) soviético consumido por los niños cubanos a fines de los setenta [4].
Dos animés, uno que disfruté de niña y otro que descubrí ya mayor a través del relato, me han servido como disparadores para trabajar las ideas de deseo y búsqueda, dos mitos que atraviesan el imaginario colectivo desde la infancia. Uno, de producción japonesa consumido también en occidente; otro de producción rusa consumido en los países del bloque soviético y la Cuba posrevolucionaria. La búsqueda de un estado otro parece atravesar fronteras e ideologías.
Mi continuo interrogante acerca de la construcción del deseo y lo deseado me llevó a cuestionarme acerca de los anhelos de los cubanos a casi cincuenta años de la revolución. Así fue que, favorecida por su extrema sociabilidad y gran apertura para el diálogo, comencé a indagar sobre esto y, libreta en mano, iba tomando nota de parte de nuestras conversaciones. Relevé más de cincuenta encuentros con mujeres y hombres, adolescentes y adultos, de diferentes ciudades, oficios y profesiones. Después de nuestras charlas generalmente me pedían una dirección de correo postal con la intención de continuar con el intercambio una vez que regrese a Argentina. Esto evidenció su profunda necesidad de estar en contacto con otra realidad, aunque sea a través de unas palabras escritas en una hoja. Ese era un deseo común manifestado por todos de alguna manera. Debo confesar que me resulto un tanto paralizante, en este primer momento, pensar en la posibilidad de producir en relación a este trabajo. Luego observe unas fotografías de rejas con formas de flores que había tomado en esos días y pensé que podrían funcionar como un buen soporte visual para producir una serie de postales, de esta manera comencé a desarrollar Deseos postales.
Deseos postales es una obra que consiste en la reproducción de una serie de imágenes a la manera de una postal turística. Fachadas de casas particulares con rejas en forma de flores contienen algunos de los deseos explicitados por lo entrevistados. Sus nombres aparecen velados para resguardar su identidad.
Las ideas subyacentes en la mayoría de los relatos, vinculadas a las restricciones, imposibilidades y carencias del sistema, fueron el disparador de otras dos propuestas que comencé a desarrollar. Horizontes imposibles es una serie de obras constituidas por dos fotografías: una del mar y el horizonte visto desde la costa cubana, y arriba de ésta, otra de un cielo de otro país.
Para finalizar me gustaría recalcar la importancia de este tipo de programas de residencias en los que se fomenta el intercambio cultural, la consolidación de redes de trabajo, el acercamiento a contextos diferentes, y la reflexión sobre los procesos productivos despojados de los intereses inmanentes al mercado y a los circuitos artísticos hegemónicos institucionales.