> La hora detenida.
Artista: Daniela Arnaudo.
Curaduría: Cintia Clara Romero.
Centro Cultural Citi Bank. Asunción (Paraguay). 2017.
> La hora detenida.
Artista: Daniela Arnaudo.
Curaduría: Cintia Clara Romero.
Museo Casa Colorada. Santiago de Chile. 2018

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LA BÚSQUEDA DEL CAMINO MÁS DIFÍCIL.
Por: Cintia Clara Romero.

Una serie de pinturas.
Una serie de manchas suspendidas en la transparente nada misma.
No, una serie de formas que simulan ser manchas, que parecen ser pinturas.
Pero qué son entonces?
Son la piel del abuelo Tito, la piel de la abuela Edelvina, las toallas de Marta, Mónica y Marcelo. Es un terraplén. (Nos dice Daniela Arnaudo con los títulos que enuncian sus piezas bordadas).
A veces decimos, nombramos para despistar. Damos coordenadas para desorientar sabiendo que alargar el camino, extender el recorrido, es lo que importa y que el destino es sólo la excusa.
La práctica del bordado parece aquí lidiar con la tradición y la herencia. Cuenta la artista que de niña solía portar una pequeña caja de hilos, agujas, papeles moldes, hebras de lanas coloridas y diseños propuestos por revistas de manualidades que copiaba en sus ratos libres.
Hoy se dedica a la producción de una especie de diario íntimo construido con delay deteniéndose en formas de su entorno que funcionan como moldes tridimensionales que luego traduce a dos dimensiones.
Afectos, contingencias o simples presencias que sintonizan con su mirada cotidiana son susceptibles de “copiarse” y de devenir en moldes de “algo” de sus días, registrando formas en un tiempo casi detenido.
A través de un dibujo inicial registra revelaciones, apariciones de la vida ordinaria que se manifiestan como una epifanía que debe interpretarse en su propia construcción. Y así queda, entonces, planteada la ardua labor por venir de ocupar los espacios delimitados y el tiempo disponible. Líneas en diferentes direcciones se suceden, alternan, crecen o disminuyen sin que podamos otorgarle un nombre al ritmo. No es un punto de bordado reconocible, es una cadencia, es una manera de ser y estar habitando el espacio en cada plano que se sucede.  Y en ese andar recurrente de puntos y  líneas se va dejando atrás la referencia que dio inicio al viaje. Las pieles dejan de ser pieles, las telas dejan de ser tales, donde hubo un terraplén sólo queda recordarlo y la primacía de las formas primeras se desvanece en el intento de esconder lo que se evoca.